miércoles, 24 de septiembre de 2008

La consciencia del cambio

Nuestro café de hoy ha sido el resplandor de un punto de inflexión. El tren de los días es evolutivo y yo consciente. Hay personas que se integran en la corriente de la vida y no se dan cuenta ni de los cambios ni de lo que estos suponen, se aferran a frases de canciones como “viviendo rápido para no pensar” y sucedáneos. A mi esto no me va. Básicamente porque soy una exprimidora de etapas de la vida a la que le gusta comparar el antes y el después.
Nos hemos perdido por una callejuela exterior a nuestro radar habitual y hemos encontrado un bar descaradamente especial que hemos bautizado como nuestro nuevo segundo hogar. Los dos somos de buscar tesoros urbanos y llenarlos de historias con un café entre manos y mucha reflexión que canalizar. Nos hemos dado cuenta, sin embargo, que hemos cambiado. Hace tres meses hubiésemos esbozado inútiles mapas para llegar al amor cuando este no era el mejor destino. Jugaba a ser la Cristina de Woody Allen y ahora ya es solo un retrato que empaquetar. Ahora hemos hecho rutas para llegar a lo mejor de nosotros mismos y sentir que somos tal y cómo queremos ser. Hemos hablado de esto también, de la sincronización entre cómo nos ven los demás y cómo nos vemos a nosotros mismos y hemos visto que hay abismos indeseados que poco a poco se van borrando. Con esto hemos llegado al tema de las personas regalo. Las personas regalo son aquellas que acabas de conocer y hablas con ellas por primera vez. Son una caja que, una vez le quitas el lazo, tiene sorpresas a pares, novedades impolutas y curiosidades que descifrar. También nos hemos descifrado a nosotros mismos que es una tarea ardua que requiere esfuerzo y ganas de pensar. Ambos somos de pensamiento en constante funcionamiento que circunvala cualquier detalle que pueda aparecer. Y esto a mi me encanta y tu lo sabes bien. Sin las volteretas que nos hace la cabeza notaria que me falta media vida y todo perdería parte de su interés.
Este es un año con mirada optimista en el que los enigmas y nuestra propia controversia tendrán un resultado positivo. El punto de inflexión ha surgido, dejemos que trabaje en nuestra piel.

jueves, 4 de septiembre de 2008

En lo más alto

Hay una montaña a unos veinte minutos de mi mirada que guarda secretos bajo llave. Lo digo sin saberlo seguro pero ya sabes que las suposiciones inyectadas por los ojos son casi ciencia cierta. Si no lo veo no lo creo y verborrea similar que resulta ser muy cierta. El hecho es que cuando cae la tarde y se desnuda la noche veo siluetas en lo alto de la montaña que miran al vacío arrojando interiores y hasta deseos. A mi al principio me extrañaba que se tratase de personas solas. Normalmente estos parajes de la naturaleza apartados del bullicio y dignos de amor compartido se convierten en circos pasionales y derivados. Pero allí no sucede lo mismo. La gente va a hablarle al todo y a la nada en silencio y sin recibir respuesta, supongo. Yo creo que es la excusa perfecta para escucharse a uno mismo y para soltar parrafadas insonoras que se acumulan y nunca se agotan. También creo que algunos van a desear. A enjaular peticiones en burbujas de aire y dejarlas explotar durante la caída para que sucedan.
Yo hace días que tengo la tentación de acercarme. Quizás algún curioso también se dedica a hacer apuestas a costa de mi silueta desiderativa. Aunque por mi parte lo tengo claro, yo le cantaría al vacío: “Don’t bring me wishes of silly dreams”.
Y luego, sin duda, seguiría soñando.