miércoles, 27 de mayo de 2009

Una imagen vale más con mil palabras

A veces me gusta repasar mi vida abriendo el fichero de las imágenes no olvidadas. Mi padre siempre me dice: “guarda este momento en tu retina”, y así lo hago. Memorizo instantes visuales y los lleno del significado que tienen en ese momento concreto. Luego, cuando vuelvo a ellas con el recuerdo, desprenden esos significados que han marcado mi línea de vida. Todas estas imágenes que tanto distan entre ellas acaban convergiendo en un mismo punto: mi memoria.
Los veleros amarillos en el mar de los agostos no olvidados aún silban la canción del primer amor. Y el árbol de los deseos en ese parque de San Diego aún guarda lo que yo pedí para ti. Y la memoria visual gana a las fronteras que separan esos países que llegué a pisar. Y esa terraza en Taipei esconde en sus adoquines la huella de ese baile que hicimos en una noche de tardío Julio. Igual que esa eterna playa de Alejandría guarda en sus hamacas la silueta adormilada de nuestros cuerpos esperando un cuadro del alba.
Las imágenes que se suceden marcan el transcurso de las decisiones que tomamos y de las que dejamos de tomar. Y esas terrazas del Raval que tomaron café a todas horas observaron que todo viene y Lisboa nos arropó sabiendo que todo se va. Y el Forum de Barcelona se ríe de que una vez, yo estirada en el suelo, creyera en las segundas partes. Y Roma nos llevó a todos los caminos menos a ese con el que nos queríamos cruzar. Las paredes de ese bar del Born saben de lo que somos capaces de hablar igual que mi sofá, en el que cada cojín guarda un resquicio menos de dignidad. Pero el Boulevard St. Michel entiende que aunque sea tarde y esté adentrada la noche, siempre nos llegamos a encontrar.
Los significados que guardamos forman parte de la memoria selectiva que queremos amortizar. Y cada verano asegura un viaje en familia que llena de saciedad. Y una línea telefónica de Finlandia aún archiva entre tantos números el principio de nuestra amistad. Y esa furgoneta de color rojo tiene un espacio vacío del que nunca nos vamos a olvidar. Hay quien se va pero su imagen siempre quedará. Y esa pasarela en los concursos de poesía me dio fuerzas para escribir hoy esta línea. Y quizás nunca la vuelva a cruzar, pero la guardo como un emotivo recuerdo que me ayudó a encontrarme un poco más. Y en Igualada se queda lo que yo siempre voy a adorar. Y Barcelona transforma mis pasos y reta mi seguridad.
Las imágenes que resguarda el destino aún están por desvelar. Yo las voy a archivar en mi retina cuales sorpresas vitales que me inunden tanto como este párrafo de felicidad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Dichoso el hombre que lea esto sabiéndose merecedor de mil palabras, sabe dios cuantas lagrimas y tan bonitos recuerdos.

Anónimo dijo...

el arbol de los deseos en san diego!! era ese del jardín chino.. dnd germán nos hizo aquella serie de preguntas en plan psicologicas o algo asi?? yo lo tenía completamente olvidado ya. q recuerdos.
genial el texto, cmo siempre!
Patricia