miércoles, 3 de marzo de 2010

Tráfico de secretos

La personalidad es una trama que guarda en cada giro de su textura secretos. No secretos compartidos o externos. Secretos que quizás nunca son descubiertos ni por la misma persona que los alberga. Por el contrario hay quien se conoce y convive con su secretismo existencial y hasta lo comparte. Siempre me ha gustado cuando alguien desborda de confianza y reparte su sorprendente textura a otra persona que contiene otros secretos. Tráfico de secretos. Me gustaría leer todas esas cartas entre amantes en las que se desvela como señal de amor el preciado interior de uno. Y así la confianza queda escrita, al menos, hasta que llegue un huracán de la personalidad de la raza humana y lo borre todo. Pero el confiado ya habrá saciado su necesidad de descubrirse, saciando la curiosidad de descubrir de la otra persona. A menudo este ritual de arrojar secretos íntimos en palabras escritas es uno de mis hijos favoritos de la poesía. Pero, últimamente, he descubierto que hay personas que se descubren los secretos en secreto pues su secretismo es como un espejo. Y así, comparten el mejor de los secretos: guardar en secreto el descubrimiento de sus secretos. Entenderse, en mayúsculas. Nunca tendrás la desnudez completa de una persona si cuando la miras a contraluz no puedes ver a través de ella. La absoluta transparencia de la personalidad de una persona es el resultado de haber descifrado y encajado todos sus secretos. En secreto.