lunes, 26 de enero de 2009

El tiempo es nuestra oportunidad

Ayer me acordé del papel que escribimos un noviembre barato en el que no hacíamos nada de lo que prometíamos hacer. Escribimos un juramento que perdimos en las excusas de la memoria y ayer me di cuenta de que ahora lo sigo a pies juntillas. Prometimos dar nuestro tiempo y dedicación sólo a esas personas que hicieran lo mismo con nosotras. Que tontas fuimos perdiendo el tiempo con esos pasajeros que se suben al tren y bajan a la siguiente estación. Yo me he ahorrado rondas de cañas efímeras y sorbos de café incompletos que da gusto. En cambio, he alargado palabras con mentes amigas que sé que divagarán conmigo hasta donde a mi me gusta: el más allá. Mi memoria estaba cansada de tanta cara prescindible y ha borrado todo lo que pronto crearía polvo, ya se sabe, la limpieza es atractiva. Ya lo dije en alguna parrafada anterior, he aprendido a alejarme en general y quien se queda es quien quiere estar cerca. Y lo mismo he empezado a hacer yo, a acercarme sólo a esas personas que invierten su tiempo en mi atención. Al fin de cuentas, somos un circo de rompecabezas que tenemos que librarnos de nuestro melodrama en el más preciado exterior. Que a nadie se le ocurra llamar a puertas más de dos veces. A la tercera no va la vencida, la tercera es el último cartucho en el que queremos ver una oportunidad. Y créeme, a las oportunidades también les pasa su momento oportuno.

viernes, 23 de enero de 2009

Memoria de dos caras

Acompáñame al tejado de los gatos pardos cuando éramos sol en sombra y uno y uno ya no eran dos. Hazme bocetos de vida en tardes con prisa y noches en pausa, hazme la cuenta de lo que no perdí. Cuéntame qué quedó en los vasos de vino que bebimos y con los que nunca brindamos, cuéntame en qué pensabas cuando pensabas en mi. Pregúntame ahora lo que no respondí y responde a los vacíos que entregaste a las frases que yo nunca entendí. Acuérdate del cielo de mayo con esa mancha valiente que aún sobrevive y me desvela confianzas que nunca te confía a ti. Y vuelve a saltar conmigo en la playa de tus olas cuando nos olvidamos de la vida ajena por un día o dos. Déjame escuchar tus palabras para leerte luego y entender esas líneas que tenían significados partidos en dos. Llévame a la memoria de tus ojos, la que empieza el último día que los vi yo. Llévame a la parte que compartes conmigo y no conozco yo.

martes, 20 de enero de 2009

Equilibrio

Fue un viaje rápido y quieto, tan conmovedor. Me dejé los puntos y las comas en la última parada de tren y lo encaje todo en unos pocos segundos emocionales. Sin pausas y sin espacios no me perdí ni el mínimo detalle. Eran las siete y veinte de la tarde y notaba mi equilibrio interior. Ese que llegó por primera vez la semana pasada sin motivo aparente y del que me he enamorado eternamente. La sensación era tan nueva pero tan placentera que hasta tuve miedo. El miedo a la levedad del ser de Kundera nos empaña los ojos de espejismos innecesarios que ciegan nuestro camino y, entonces, nos servimos de los puntos y las comas como excusas. El equilibrio interior es mirar al vacío y verte a ti mismo subiendo y bajando montañas pero siempre con una línea recta continua que sustenta tu interior. Esta línea es cuando ambos lados de la balanza quedan equilibrados y la armonía te presenta a la paz interior. Esta visión del equilibrio supongo que es ilusoria a la par que diferente para cada alma. Pero las almas somos parecidas o hasta gemelas y siempre luchamos para vivir en el mejor hogar y dormir en la mejor cuna. Mi viaje era una sucesión mental de parámetros armónicos que se encadenaban con impoluto orden para rescatar a esa disciplina que ya había prácticamente empaquetado. Y cuando rescatas lo que habías perdido te sientes aliviado y bajas los brazos porque sientes que dejas de ser el culpable de tu propio desorden vital. Y yo, la primera candidata a ser la eterna enamorada del amor y de las relaciones sentimentales me doy cuenta de que un corazón vacío puede ser un corazón feliz. Nunca imaginé que yo escribiría esta frase. Pero el amor es una montaña rusa que desequilibra todos los sentidos habidos y por haber. La tranquilidad emocional nunca había sido mi aliada pero ahora es un vicio que me proyecta a mi tranquilidad. Basta que haya dicho esto para que me llegue la tormenta. Después de la tormenta siempre llega la calma pero nadie le ha puesto nunca un punto y final a esta frase.