Le había dicho adiós a las horas y para despedirlas se puso
la música tan fuerte y tan cerca que el alrededor quedó anestesiado. Cogió el coche
y viajó por la carretera tan árida como la bandera que dejaba atrás. Los días
se sumaron de tal forma que ni parecían días hasta que habían pasado tantos que
paró. Tomó agua en una fuente que se asemejaba a una meta y miró al cielo como
quien lo hace en vez de suspirar. Se juró volver a escapar cada vez que le
costara respirar.