lunes, 16 de febrero de 2015

Escapar

Le había dicho adiós a las horas y para despedirlas se puso la música tan fuerte y tan cerca que el alrededor quedó anestesiado. Cogió el coche y viajó por la carretera tan árida como la bandera que dejaba atrás. Los días se sumaron de tal forma que ni parecían días hasta que habían pasado tantos que paró. Tomó agua en una fuente que se asemejaba a una meta y miró al cielo como quien lo hace en vez de suspirar. Se juró volver a escapar cada vez que le costara respirar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo no tuve tal suerte cuando también me encontré escapando, huyendo, pero caí en la cuenta que únicamente caía, languidecía, decrepitaba de forma cacofónica al son de una música que por muy fuerte que sonara no podía paliar la herrumbre que mis ideas dejan al convertirse en consciencia. Sólo quería descansar como Enrique IV en la obra de Shakespeare. El desasosiego y el pesar no son buenas compañeras de viaje.

Jugando con la radio del coche tuve la suerte que me topé con el segundo concierto para piano de Rachmaninov... Comprendí que juzgar es equivocarse, que vivir es esperar, que actuar es cosa de humanos mientras que en la inacción se encuentra el proceder de los dioses. Quizás sea un dios, o un humano fracasado, ya no importa.

Ahora mismo no necesito nada, ya puedo respirar y luego me acercaré, caminando, a una fuente en la que tras beber pueda aseverar como el principito que si tuviera cincuenta y tres minutos para gastar, andaría despacio hacia una fuente...

No he solucionado ninguno de mis problemas pero ahora mismo la primera premisa de Gorgias lo abarca todo: Nada existe: Gorgias no existe, yo no existo. Rachmaninov sigue tocando... Sonrío... Vislumbro a lo lejos una bella mujer sonriendo también, me enamoro... Sigo vivo.