martes, 31 de marzo de 2009

Escena de pura ilusón

Me perdí entre los rosales cuando el alba nació impaciente. La arena aún estaba húmeda por su coqueteo con el mar y las gaviotas entendían que volar bajo sólo era seguro en aquellas horas despejadas. La playa latía silenciosa y ese mar seductor murmuraba bruma. El oleaje era como un suspiro profundo lleno de peces invisibles por el cristal que, como ilusión, vestía a esa mar. Una mar que inspiraba a escribir poesía de agosto en aquellos tiempos del primer amor. No era un escenario idílico aunque sí encandilador. Fumé un cigarrillo soltando el humo hasta que quedaba distorsionado por esa bruma tan efímera aunque repetida. Y no hice nada más. Solo descalcé mis pies y caminé siguiendo las huellas de las que algún extraño se despojó, esas huellas habían superado las horas y el venir y volver del agua en la costa, algo especial deberían de tener. Y, efectivamente, tenían un secreto. Si las seguías vigilando con las espinas que mostraban los rosales desnudos llegabas al faro. Un faro cerrado al que no se podía acceder aunque tenía unas rocas cual mejor terraza en primera línea de mar. Y ahí me quedé horas y horas, escribiendo emotividades descontroladas que palpitaban al son de mi corazón. Una lástima que todo esto sea solo un giro de mi imaginación. Los rosales rosa fucsia en medio de una playa y su mar, que belleza resultaría. Será el verano que se acerca a paso lento, deseo que acabe por llegar.

2 comentarios:

Mercedes Amézola dijo...

Como tú bien has dicho, qué lástima que esto sea solo algo de tu imaginación porque desde luego es una de esas escenas que emociona leer y aún más vivir...

Ojalá que suceda en un futuro no muy lejano en las costas inglesas o incluso italianas y que en lugar de estar sola, compartas este momento con alguien!

Myriam dijo...

o en las costas de Canarias, podeis venir las dos sin problema...