martes, 5 de junio de 2007

Las palabras

Esta tarde estaba sentada en el banco de un parque cuando se me ha acercado un hombre de unos setenta años, con el pelo blanco y unos pequeños ojos azules. Como si nos conociéramos de toda la vida me ha dicho en tono confidencial: veo que eres una chica observadora. Y ha seguido: me he fijado que has analizado cada una de estas flores, cada rincón de este bonito parque y cada persona que ha pasado por tus ojos. Yo, después de esta lección de extrema observación, me he quedado con pocas palabras en el tintero. Él ha proseguido: si no eres dibujante, pensaré que eres compositora, sino eres compositora, entonces, estaré seguro que eres escritora. Por mi parte, ante un señor que sin haber cruzado palabra conmigo había dado varias veces en el centro de mi diana ha sido imposible no regalarle respuesta. Vergonzosamente, le he dicho que ni pintora, ni compositora, ni escritora aunque he admitido que me encantan las palabras. Sonriendo, ha repetido, “…las palabras”.
¿Y tú pequeña, cuentas palabras a montones? Lo intento, a veces consigo lo que quiero, las otras me quedo en el intento. Bueno, quedarse en el intento no es darse por vencido, es esperar otra oportunidad. Supongo que si. Yo me quedé en el intento una vez, era joven, flotaba como tu, quería ser escritor de historias muy bonitas. ¿Y que pasó? Llegó la guerra y con ella muchos se fueron, tantos que ya no creía en las historias bonitas. ¿Y pasaron los años y…? Y pasaron los años y llegó mi oportunidad, un amor, un hijo, un trabajo corriente, salud para todos y más palabras. Una nueva historia bonita. Si, la historia de mi vida, la que escribí hace ya un par de años. ¿Y como se titula? Recuérdame por mis palabras.
Volviendo a casa he pensado en la carga emocional de esta conversación. En el poder de las palabras, en la fuerza que toman cuando éstas quedan escritas y en la sabiduría que pueden llegar a demostrar. He pensado que nunca nadie nos recordará por nuestros pensamientos secretos.

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