martes, 14 de octubre de 2008

Una historia con final feliz

La silla de madera aún está encarada a la ventana desde la cual el cielo parecía la libreta de nuestras concepciones. Sentados ahí desgarrábamos notas con una guitarra que inventaba acordes al azar y acompañaba letras plagadas de vulnerabilidad. Encadenábamos las flores violeta que colgaban de la pared de la terraza e inventábamos aromas que esculpían recuerdos. Te girabas de vez en cuando y sonreías hasta con la mirada, era precioso a la vez que irracional. Te echaba de menos hasta cuando te tenía al lado, era un sentimiento de fragilidad. Una fragilidad dada por una inocencia inconsciente que temía a la par que amaba. Y amar era inoportuno dada esta debilidad. Y entonces encendíamos un cigarrillo y lo fumábamos a medias y el humo encandilaba la habitación que encerraba horizontes y nos daba igual. Jugábamos a la bohemia y a la felicidad, nos encontrábamos hasta ciegos y nos acariciábamos recordándonos que nos quedaba mucho tiempo que quemar. Y quemábamos nuestras cabezas con cierres de puerta malsonantes, y desplazábamos nuestro corazón en busca de otra mitad. Quemábamos los momentos con palabras inoportunas e insensatas y dejábamos que el fuego siguiera su curso hasta explotar.
Caminamos por encima de las cenizas de nuestra historia y nunca hubo una nueva página que empezar. Llegó el viento del olvido y las fotografías dejaron de pesar. La silla de madera se quedó sola con su compañera, la soledad. Y nosotros nos fuimos alejando y prestándole al vacío nuestra compartida identidad. Y así, sin más, ganamos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

m'agradaria viure una d'aquestes histories amb tu per saber com la explicaries després!
m'he quedat parat quan m'has dit que aquest escrit concretament és inventat..encara més talent!
endavant marta :-)

A.

Anónimo dijo...

quan escriuras mes?

magraden els teus escrits.. xo thas kedat aki..

et saluda!

un al que li agrada llegir-te