La silla de madera aún está encarada a la ventana desde la cual el cielo parecía la libreta de nuestras concepciones. Sentados ahí desgarrábamos notas con una guitarra que inventaba acordes al azar y acompañaba letras plagadas de vulnerabilidad. Encadenábamos las flores violeta que colgaban de la pared de la terraza e inventábamos aromas que esculpían recuerdos. Te girabas de vez en cuando y sonreías hasta con la mirada, era precioso a la vez que irracional. Te echaba de menos hasta cuando te tenía al lado, era un sentimiento de fragilidad. Una fragilidad dada por una inocencia inconsciente que temía a la par que amaba. Y amar era inoportuno dada esta debilidad. Y entonces encendíamos un cigarrillo y lo fumábamos a medias y el humo encandilaba la habitación que encerraba horizontes y nos daba igual. Jugábamos a la bohemia y a la felicidad, nos encontrábamos hasta ciegos y nos acariciábamos recordándonos que nos quedaba mucho tiempo que quemar. Y quemábamos nuestras cabezas con cierres de puerta malsonantes, y desplazábamos nuestro corazón en busca de otra mitad. Quemábamos los momentos con palabras inoportunas e insensatas y dejábamos que el fuego siguiera su curso hasta explotar.
Caminamos por encima de las cenizas de nuestra historia y nunca hubo una nueva página que empezar. Llegó el viento del olvido y las fotografías dejaron de pesar. La silla de madera se quedó sola con su compañera, la soledad. Y nosotros nos fuimos alejando y prestándole al vacío nuestra compartida identidad. Y así, sin más, ganamos.
2 comentarios:
m'agradaria viure una d'aquestes histories amb tu per saber com la explicaries després!
m'he quedat parat quan m'has dit que aquest escrit concretament és inventat..encara més talent!
endavant marta :-)
A.
quan escriuras mes?
magraden els teus escrits.. xo thas kedat aki..
et saluda!
un al que li agrada llegir-te
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