lunes, 27 de abril de 2009

Sensibilidad olvidada

Creo que he perdido la sensibilidad con la que vivía el romanticismo. Quizás este pensamiento no es más que un espejismo dado que el romanticismo en mi vida actual existe sólo en la ficción. El caso es que me fui de todas las películas en las que vivía y me quedé viviendo en la pura realidad –siempre con alguna escapada a las nubes, por supuesto-. Y hasta hoy, no había sido consciente de ello. Quizás porque la pasión que antes invertía en todo se ha relativizado y ahora observo lo que me sucede a través de unas cortinas. Dejo que todo siga su curso natural y ya no me encargo de crear situaciones. Antes parecía una profesional, me pasaba media vida buscando ocasiones, podría haber montado una empresa de encuentros “casuales” de felicidad y me hubiera forrado porque, realmente, hacían que cualquiera se pudiera sentir feliz. Pero ahora ya me da igual, me he anclado en el “si tiene que ser, será” y lo aplico a todo de una forma descarada. No veas la tranquilidad que da pero, al mismo momento, creo que mata a este romanticismo del que hablaba. Antes me enamoraba y mi corazón hacia unas carreras imposibles para alcanzar cualquier indicio de felicidad. La Vie en Rose era mi banda sonora favorita en cualquiera de sus versiones y planeaba escenas hermosas para compartir, con un par de velas, arena y un vestido de hilo blanco. Enviaba mensajes cortos que contenían la palabra amor, amor como nombre de persona querida, adorada y amada. Me dormía sabiendo que estaba enamorada. Que todo era romántico. Que era un romance encandilador. Que tenía sentido mi pasión. Pero ahora, de repente –como todo lo que sucede últimamente-, me doy cuenta de que el juego que le daba el romanticismo a mi vida ya no me tiene como jugadora. Y así veo que sufrí un gran proceso de racionalización del que me doy cuenta ahora. Creo que es un poco triste porque mis ilusiones están destiladas pues les falta un ingrediente para ser la mejor poción. Me falta que aparezca alguna chispa que reabra la emoción y así se vuelvan a corromper mis sentidos y no consiga ni yo parar el ciclón. De momento, lo que nunca habría imaginado: cabeza 2, corazón 0.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimada: Me gustaría creerte, pero no te creo. Me gustaría darte la razón, pero te engañaría. Me gustaría coincidir con tu postura, pero no es la mía (incluso creo que tampoco… la tuya). Me gustaría felicitarte por tu decisión, pero no sé mentir. Me gustaría decirte algo pero, como comentó Guevara :), a veces, las palabras son insuficientes.

Quizás sea cierto: La cabeza vence. Y el corazón se acostumbra a perder. Pero no… a rendirse.

CHE :)

Anónimo dijo...

Marta... estic enamorada dels teus escrits, no paris d'escriure perquè -no sóc ningú per dir-ho però...- a mi m'encanten!

a vegades entenc molt el que descrius.
algun dia trobarem el que busquem, n'estic segura, jo ara intento "cultivar el gusto por los pequeños placeres" com Amelie, ho intento però es molt dificil...massa!